Ya se sabe el enorme hueco financiero provocado por Duarte de Ochoa en su atropellado paso por la administración pública veracruzana, y a estas alturas de los acontecimientos pudiéramos aceptar la enorme deuda pública que heredó si hubiera cumplido con sus obligaciones más prioritarias, Pero lo catastrófico radica en que no solo gastó, en no se sabe qué, el dinero que consiguió prestado, sino que además dejó compromisos sin cumplir cuya atención requiere de miles de millones de pesos adicionales, lo que obliga al actual gobierno a solicitar préstamos bancarios adicionales para cumplir obligaciones de ley y de alguna manera reactivar la economía con circulante de temporada.