Si bien a Javier Duarte no se le conocen dotes que expresen una mente brillante o capacidades extraordinarias en su conducta y actitudes, por lo menos en su precipitada huida está demostrando habilidad para esconderse; sin embargo será difícil sostener ese ritmo de manera permanente y es lógico deducir el desgaste anímico en que se encuentra. El cerco se va estrechando en torno de Duarte de Ochoa y cada vez se le hará más difícil el camuflaje porque si bien el recurso económico del que dispone es ilimitado, las alternativas para esconderse se irán terminando, no es envidiable su condición de fugitivo. ¿Hasta cuándo aguantará la presión de la cacería?