Desde siempre en México se ha sabido que la palabra de un político tiene la firmeza de una cascara de cacahuate, que cuando dice “sí” lo más probable es que sea “no”; sin embargo la nobleza (¿?) del pueblo mexicano refrenda sumisión ante el poder, porque así ha sido desde la conquista, no olvidemos que somos una población producto de un mestizaje en que la base indígena fue sometida y relegada al ostracismo moral y social. Tal vez por eso no somos capaces de reaccionar ante la autoridad cuando atropella, como es el caso del gasolinazo y aumento a la tarifas por consumo de la energía eléctrica, al gas, al transporte, etc., carecemos de capacidad para la respuesta colectiva, dejamos a unos cuantos que decidan lo que a nosotros corresponde; por este fenómeno psicológico-social los gobiernos hacen y deshacen, confiados en la pasividad popular. De allí el “no pasa nada… y cuando pasa, no pasa nada”.