Sin tacto

Por Sergio González Levet

El paquete turístico (2)

​Bien, en la entrega de ayer me quedé en que nuestros dos amigos que acudieron a la invitación a recibir un regalo de parte de una empresa turística fueron a su vez invitados, aunque de una manera más perentoria, a contratar un paquete de servicios turísticos “a futuro”.
​La “ejecutiva” que se encargó de ellos les dijo más o menos que estaban recibiendo toda una ganga, pues con el pago de 120 mil pesos en una sola emisión y ese mismo día, garantizarían 10 años de vacaciones cómodas y baratas.
​¿Cómo sería eso posible? Pues con la promesa de la compañía Majestic Tours de garantizarles precios de mayorista en hoteles -incluso en temporadas altas-, y además con un 50% de descuento. Toda una maravilla.
​Antes de que lleguemos a la respuesta que dieron nuestros amigos a los imperiosos promotores turísticos, vamos a detenernos un poco aquí en ciertos elementos del paquete que les ofrecieron.
​A ver: la idea es que el cliente le dé una fuerte cantidad por adelantado a la empresa turística, y a cambio recibirá… ¡una promesa! Claro, una promesa que igual no le pueden cumplir de manera fehaciente.
​Y respecto al monto del paquete, la esposa de mi amigo que amablemente se convirtió en reportera de esta columna me hizo una observación adicional: en las preguntas iniciales que le hizo la “Ejecutiva” mostró un especial interés en conocer el límite de crédito de sus tarjetas, y cuánto de ese límite tenía comprometido en ese momento. Y resultó que ella tenía un plástico con todo el monto a disposición, que era ni más ni menos que de… adivinó usted… 120 mil pesos.
​Ella supone que a cada uno de los incautos que acudieron ese viernes a recibir sus regalos les hicieron una oferta diferente, que era igual a la cantidad que podían comprometer en ese momento a través de su tarjeta de crédito.
​Como mis amigos le dijeron que no estaban interesados, que sus viajes los organizaban de manera diferente y que no estaban dispuestos a firmar por una cantidad tan grande, la “Ejecutiva” le hizo una seña a quien parecía su jefe, un “musculoso y guapo” funcionario turístico, que de inmediato llegó para reforzar a su empleada.
​El tipo prácticamente repitió lo mismo que había dicho ella, aunque con mayor énfasis, Digamos que lo hizo de una manera más agresiva en cuanto a la venta. Cuando vio la determinación en los que pensó que podían ser sus víctimas, hizo un gesto de enojo, se levantó de la mesa y dejó que la “Ejecutiva” continuara con una nueva estrategia.
​Ella les dijo que si no querían comprometer una cantidad tan grande, les podía ofrecer una alternativa más reducida: 36 mil pesos por tres años del paquete a futuros, aunque en este caso los descuentos se reducían del 50 al 20%.
​Ya en pleno acoso, nuestros reporteros habilitados se plantaron en un no, y en otro y en otro más, hasta que la “Ejecutiva” se dio por vencida, después de larguísimos 20 minutos en que utilizó todos os recursos de la retórica de las ventas.
​Como despedida, les dijo que aunque no hubieran adquirido ningún paquete, la empresa se mantenía en lo dicho y les iba a dar “el” regalo prometido.
​Claro, ya no eran ni dos ni varios, y ya no necesitaría de toda su parentela para cargar con los obsequios prometidos.
​Todo se redujo a dos presentes, de los cuales debería escoger uno:
​El primero, una botella de vino tinto cuya modesta presentación denotaba la baja calidad del producto.
​El segundo, un pase para disfrutar de hospedaje (sólo hospedaje, conste) gratis durante dos noches y tres días en algún hotel de una lista que ellos manejaban. Obvio, aquí ya no eran de gran lujo, sino de cuatro estrellas para abajo y solamente se podrían hacer la reserva durante una temporada baja.
​Rápidamente optaron por el pase, pues llegaron a pensar que ese vino corriente les podría caer mal, y hasta envenenarlos.
​Así que se despidieron, salieron con premura y se fueron pensando cuál es la autoridad que debería evitar y/o castigar la actuación de este tipo de empresas, que venden paquetes que no son sancionados por ninguna instancia oficial, federal, estatal o municipal.
​Y la verdad, se quedaron preocupados por las otras personas que habían asistido, porque cabía la posibilidad de que hubieran caído en esta trampa de la fe.
​Ojalá que no.
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