Uno de los temas privilegiados por quienes escriben sobre el “destape” de Meade como candidato del PRI a la presidencia de la república es su no militancia en ese partido; hay quien exagera al insinuar la dificultad para que las bases priistas lo acepten. Pero es solo desmemoria, consigna o ganas de inventar el agua caliente, porque en su momento ni De la Madrid, ni Salinas de Gortari, ni Ernesto Zedillo habían sido abiertos militantes del PRI cuando llegaron a la cúspide de la burocracia política de este país. Si bien es cierto que se embarnizaron de tricolor durante la campaña de quienes serían presidentes de la república por el PRI difícilmente se encontrarían constancias de su militancia política previa. Aunque en el fondo, ese fue uno de los motivos de la ruptura priista de 1987, cuando la Corriente Crítica desgajó parte del ala izquierda del PRI y este partido fue encabezado por dirigentes identificados con la cúpula tecnocrática, neoliberal, que dirigía al país.  Más bien, eso de “candidatura ciudadana”, apartidista, es un juego de moda, quizás trasnochado, porque en México el Ciudadano aun no adquiere conciencia del papel protagónico que le corresponde en comicios donde está en juego el destino de la nación.