En las exequias de don Rafael Murillo Vidal (noviembre de 1986), uno de los mejores gobernadores de la entidad veracruzana de acuerdo a resultados y conducta de hombre público (1968-1974), su amigo, el profesor Rafael Arriola Molina refirió que en el tránsito de su desempeño como servidor público, Murillo Vidal lo hizo “limpio de oro y de sangre” (Mauricio Magdaleno en su novela “Resplandor”), frase que Arriola utilizó para enfatizar el decoro, las actitudes y conducta en el ejercicio del poder de quien como Murillo Vidal sirvió sin el pueril apetito de poder ni fruición por el dinero ajeno. Lejos están de ese paradigma quienes ejercieron el “pinche poder” en el interregno fatídico de Veracruz; Duarte de Ochoa merece el domicilio que la justicia le ha asignado, y allí mismo debe confinarse a quienes integraron su cohorte de malandrines.