“No se debe cambiar de caballo a la mitad del río”, dice una sabia sentencia popular, sin embargo con frecuencia es solo una frase repetida sin sustento en la realidad, como pudiera ser el caso del PRI ahora que se hizo el relevo de su dirigente, Enrique Ochoa, poniendo en su lugar a René Juárez Cisneros más familiarizado que Ochoa en asuntos político-electorales. El relevo se hacía necesario, se asemeja a cambiarle la receta a un enfermo cuya mejora no progresa y si no produce el resultado esperado el pronóstico se complica. Pero en realidad Ochoa Reza debió irse inmediatamente después del anuncio de las listas de candidatos a diputados, se antojaba necesario para airear el equipo de campaña de Meade, ya se hizo el ajuste, pero se requiere de otros que incluyan las entidades federativas para elevar a rango de competitivo al PRI, por lo pronto esta ha sido la primera llamada.