Aparentemente todo permanece en calma en el PAN, después de la derrota electoral del 1 de julio. Pero en realidad es un polvorín el que bulle a su interior, la derrota ten padre y ese es Anaya a quien culpan de dividir al panismo en su atropellada carrera por una candidatura finalmente apabullada. Son varios los expedientes: la alianza con el PRD, la más baja votación para un presidenciable panista en los últimos sexenios y la mengua en territorio y población gobernada pues Veracruz que “era suyo, lo acarició y lo dejó ir” a manos de MoReNa (aunque también debe reconocerse la mayor votación obtenida para un panista). Por supuesto, la causa fundamental del diferendo panista: la división interna reflejada en el desapego de la mayoría de sus gobernadores.