Ni en sus peores pesadillas el más pesimista de los priistas hubiera imaginado un escenario como el que actualmente atraviesa el otrora hegemónico Partido Revolucionario Institucional en Veracruz: de una pírrica bancada integrada por tres apáticos diputados, uno se desafilia y se autopostula como “independiente”, no sin extender la subliminal advertencia de salir también del partido que le hizo el favor de convertirlo en diputado. Obviamente, con todo y su dramático acontecer, el Partido Revolucionario Institucional nada perdería si el señor Juan Carlos Molina renuncia a su militancia, por el contrario, le haría buen favor porque nada bueno aporta y sí en cambio contribuiría a tirar un lastre inconveniente. Pero, además, ese barco parece hundirse, pues no tiene piloto y va a la deriva, ¿quién podrá salvarlo?