Históricamente está comprobado que cuando un conglomerado social, pueblo, sociedad civil, como quiera llamársele, reacciona al unísono y hasta con violencia, instinto de supervivencia o defensa propia pudieran ser los resortes de ese impulso colectivo. Lo acabamos de comprobar en Soledad Atzompa, donde la población quemó a seis delincuentes y en Minatitlán a quien baleó a su esposa. También lo experimentó ayer el alcalde de Juchitán, Oax., a quien agredieron en una comunidad de ese municipio y se vio obligado a esconderse entre matorrales. Hizo bien, porque allí cerquita, en Tehuantepec, allá por 1958 un grupo de enardecidos tehuanos dio muerte en la plaza pública al alcalde Génico Salinas por diferencias políticas. Tal ocurre cuando los demonios andan sueltos.