Cientos de fosas clandestinas, decenas de secuestros, levantones y homicidios, una cotidiana convivencia con la violencia configuran un escenario inimaginable hace dos décadas, y simplemente pesadilla escatológica hace treinta años. Ese es el dramático teatro en que se ha convertido la entidad veracruzana, víctima de la delincuencia y prácticamente abandonada por gobernantes que lucen rebasados e impotentes para revertir la situación. Es cierto, seis meses son insuficientes para ver resultados de un gobierno, aunque suficientes para advertir cuando no camina a buen ritmo ni demuestra aptitudes para enfrentar el grave reto. Ojalá nos equivoquemos