El golpe recibido por el PRI en la elección federal de julio pasado fue de tal contundencia que su nomenklatura ha tardado en deglutir la derrota y asimilar la dura realidad después del penoso nocaut. Para esta organización de antología política debe ser atosigante digerir que en la próxima elección del dos de junio lucha, no por ganar la elección, sino para no perder el registro en Baja California Sur y en Puebla, pero, además, tiene encima la elección de su presidente nacional, un proceso de pronóstico reservado y, por si no bastara, ha debido reconocer ante el INE un padrón de solo un millón 159 mil militantes, no los seis millones 545 mil que presumió como fuerza política en la elección de julio pasado. ¿Se quedará así de chiquito?