La Historia registra un buen número de casos que narran la reacción violenta de soberanos contra el portador de las malas nuevas y mandaban a sacrificar al mensajero. Quizás inspirado en ese atavismo, el alcalde xalapeño ha decidido cambiar de jefe de comunicación social para mejorar su maltrecha imagen de hombre público. Ojalá no le resulte contraproducente, porque el mensajero sustituto realizó labores de difusión en el DIF municipal, tan virtualmente que esa área permanece inédita. Pero en realidad el mensajero no tiene la culpa, porque no es el origen de las malas notas, si tal fuera la solución reflejaría lo bien que estamos en Xalapa, no pasará mucho tiempo para comprobarlo porque eso de la “imagen” no se resuelve por arte de magia se gana cumpliendo eficientemente con la responsabilidad conferida popularmente, aunque en este caso parece que la curva de aprendizaje se convirtió en círculo vicioso