Javier Duarte de Ochoa es dueño de una capacidad histriónica asombrosa, esa habilidad le concede oportunidad y lo induce a apelar su inocencia ante la opinión pública, porque finalmente la audacia es inherente a la ignorancia y a la desesperación. A ese impulso obedece su reciente exposición mediática pues, ya sin socios o cómplices en el gobierno a quienes acudir, pues también están en actitud del “sálvese el que pueda”, hace uso de la estrategia adoptada por la defensa de Lozoya de amenazar con desgranar sus devaneos con los coautores de su actual situación, aunque bien sabemos que está preso por su insaciable fruición por el dinero ajeno. Amenaza para que le tiendan un flotador, porque siente que los tentáculos de la justicia se acercan a Londres, y al parecer ya no están muy lejos. Presume de que ya “va para fuera”, aunque es de dudarlo porque tiene tan larga cola que pudieran darle otro pisotón con más denuncias en su contra.