Qué difícil resultaría ser el destinatario de una homilía presidencial en cuyo meollo habla de un “contubernio”, de “asociación delictuosa entre criminales y autoridades (y), en el caso que así se demuestre, es corrupción”, es decir, que es un delito que se paga con cárcel. Esas son palabras mayores, y aunque en México la palabra del presidente ya no equivale al Vox Dei presidencial de antaño, más aún si parte de información errónea, ni duda cabe que debe pesar como loza en el desierto.