La humanidad está aprendiendo lentamente a comunicarse con los pulpos, los perros o las ballenas. Esa nueva relación puede ayudarnos tanto a salvar el planeta como a entender el origen de nuestro lenguaje.
Lea el artículo en el New York Times
La humanidad está aprendiendo lentamente a comunicarse con los pulpos, los perros o las ballenas. Esa nueva relación puede ayudarnos tanto a salvar el planeta como a entender el origen de nuestro lenguaje.
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