Las denuncias formuladas por la
Auditoría Superior de la Federación y las presentadas por el Órgano
Fiscalizador veracruzano contra Javier Duarte de Ochoa dieron lugar a su
detención y a que todo México se enterara del despojo sufrido por las arcas
veracruzanas, no hubo quien haya considerado a Duarte como la encarnación
emblemática de la corrupción en México. Hoy vive en obligado retiro en el
reclusorio norte de la CDMX, en donde purga condena acusado de acrecentar su
patrimonio personal y familiar con propiedades cuya adquisición representa
montos difíciles de acumular de manera honesta. Pero la rueda de la fortuna
gira incesantemente, y ya fuera de la Fiscalía estatal quienes ayudaron a
recluirlo, ahora Duarte está empeñado en una campaña “reivindicatoria” alegando
inocencia, vistiéndose de víctima de venganzas políticas, negando que en la
administración que presidió se hayan cometido actos de corrupción, a pesar de
pruebas contundentes ¿habrá en este país quien así lo crea? Todo es posible,
incluso que las fiscalías del orden federal y del estado de Veracruz decidan
archivar los expedientes de la “verdad histórica” que contienen pruebas
irrefutables del despojo a Veracruz durante el desgobierno 2010-2016, para dar
paso a la “verdad legal” que señale ¡la inocencia de Duarte! Y luego, como está
de moda que el Estado pida perdón a las víctimas, el Duarte que conocemos se
haga merecedor de una reverencia parecida.