En una democracia electoral la premisa fundamental es que una elección la gana quien cuenta con la mayoría de votos, de allí el riesgo de que quien gane lo haga cumpliendo este requisito, aún sin contar con los méritos ni la capacidad suficiente para hacer buen gobierno. En los hechos esto sucedió en 2010 cuando Duarte de Ochoa fue favorecido por el voto de los veracruzanos, haya sido como haya sido, según el ínclito Calderón. Sin embargo, visto los resultados de ese infausto gobierno, podemos coincidir con el aserto de Winston Churchill: “Lo que este país necesita son más políticos desempleados”. Se aplica a la perfección en el caso de Humberto Moreira, quien pretende una diputación local después que hace seis años dejó a los coahuilenses a su hermano en la gubernatura para cubrirle las espaldas por la enorme deuda pública que heredó a sus paisanos de poco más de 30 mil millones de pesos. Sin embargo, despierta interés conocer si a pesar de esos antecedentes la ciudadanía deposita su voto a favor de quien los esquilmó. Lo pregunta desde Saltillo el obispo Raúl Vera: “¿Es justo que una persona que se robó 36 mil millones de pesos, quiera ser candidato?”