Ya nada se ha publicado acerca de la salud de Javier Duarte de Ochoa, después de ser trasladado al sanatorio para vigilar sus síntomas vitales a consecuencia de su fallida huelga de hambre. Ojala ese publicitado ayuno no haya sido un perverso pretexto para mantenerlo fuera del reclusorio como ya sucede con Granier y Elba Esther Gordillo, porque sería una burla más a los mexicanos y un insulto a su inteligencia cuando la retórica refiere sobre el combate a la corrupción y la impunidad. El castigo a Duarte y cómplices debe ser efectivo, como lo prescribe la norma, no por cebarse con ellos sino para disuadir a quienes deseen imitarlos; de otra manera se entroniza la impunidad y estimula la corrupción.