El terremoto de 1985 y las tragedias que ocasionó dejó una estela de enseñanzas y experiencias: inició la cultura de protección civil, se modificaron reglamentos de construcción y se establecieron medidas preventivas. Pero no faltaron los buitres de ocasión que aprovechando la oportunidad compraron inmuebles dañados por ese sismo a precios irrisorios, y con la connivencia de funcionarios corruptos obtuvieron la complacencia para maquillarlos y revender con jugosas ganancias. Este negocio es repetible si no se vigila puntualmente edificios con daños; la memoria registra que existen edificios seriamente quebrantados en 1985 y aunque siguen en pie a pesar de otros bruscos movimientos de tierra,  pero son de elevada vulnerabilidad.