Un interesante enfoque es el de Jorge Fernández Meléndez en Excélsior: “Se dice que José Antonio Meade no termina de hacer contacto con los priistas; que no puede superar la dicotomía de ser una candidato ciudadano y a la vez priista, pero la verdad es que tampoco Ricardo Anaya termina de amarrar las cosas dentro del Partido Acción Nacional y muchos panistas se quejan de que lo ven más cerca del Partido de la Revolución Democrática que de los azules, mientras que los perredistas lo ven demasiado conservador para un partido de izquierda. […]. Muchas veces hemos dicho que el piso electoral de Morena es muy alto comparado con sus competidores, pero lo que sucede es que ese piso es casi el mismo que el techo, y esas incorporaciones, sin importar si traen desprestigio, no importa si aportan votos. Lo que se pierde en el camino es la pureza, real o ficticia, de la que siempre ha presumido López Obrador. Hoy la pureza importa mucho menos que los votos. Y si no ahí está la alianza con el Partido Encuentro Social para demostrarlo. […] porque hoy la lealtad a una ideología, a un partido, a un candidato, no vale casi nada”.