En el presente proceso electoral es posible advertir una singular paradoja, inimaginable hace algunos años: el gobierno que ayudó a formar en 2012 está haciendo las veces de un lastre político de consecuencias catastróficas. En efecto, el acentuado desprestigio del presidente Peña Nieto opera en contra de las probabilidades de que el otrora hegemónico partido pudiera alcanzar la victoria electoral el próximo 1 de julio. Aunque de esta fecha al día de la jornada electoral pueden ocurrir sucesos imponderables, mientras tanto los números y la apreciación ciudadana no favorecen el PRI, el partido que recuperó la presidencia después de un interregno panista de 12 años; entonces se habló de restauración, y desafortunadamente repitió color y número: corrupción e impunidad.