A estas alturas de su estancia en la alcaldía xalapeña Hipólito Rodríguez ya debe haber comprendido la diferencia entre la comodidad del gabinete de investigador y las angustias en la política, que si no se aporta sensibilidad, vocación de servicio, agudeza auditiva y visual y, sobre todo, conocimiento del universo en que se aplican los afanes, todo se complica. Hasta ahora a Hipólito ha tenido que ceder ante Antorcha Campesina, los tianguistas de la avenida Orizaba, los vecinos que cerraron una calle de su colonia, el sindicato de limpia pública y hasta correr a algunos colaboradores de importación que pronto enseñaron el cobre; ese es un record negativo en quien se depositaron grandes expectativas de cambio. A punto de cumplir un semestre de curso intensivo, Hipólito deberá asumir el reto para mejorar el desempeño de sus antecesores, lo cual no es un parámetro demasiado elevado; si lo logra recibirá aplausos, de otra manera merecerá clamorosos chiflidos.