He aquí la diferencia: mientras en México nos ocupamos del debate entre candidatos presidenciales a través del cual buscan convencer a la ciudadanía para obtener su voto, en Venezuela se vivió una auténtica farsa en unos comicios organizados por el gobierno para reelegir a un presidente calificado de autocrático. Ese fue un simulacro de elección solo para encubrir una dictadura de hecho, un gobierno sin sustento popular y una economía estancada con inflación al tope. Pero Maduro no permanecerá mucho tiempo más en la presidencia venezolana porque al interior de su país enfrenta fuerte oposición y en el exterior se ha quedado prácticamente solo pues 14 países integrados en el Grupo de Lima no reconocen esas elecciones, lo mismo que Estados Unidos y la Unión Europea, no va ir muy lejos Maduro aunque se refugie al amparo de Rusia y de gobernantes afines cuyos gobiernos están subsidiados por el petróleo del pueblo venezolano.