Las bravatas del presidente de los EEUU, Donald Trump, ya forman parte de la agenda cotidiana de las relaciones con ese país, en otras circunstancias se daría poca importancia a sus insistentes dislates; pero se trata del presidente de una potencia económica de primer orden en el concierto internacional y cualquier disposición suya, acertada o no, repercute inmediatamente en la economía globalizada. De allí la advertencia desde el Fondo Monetario Internacional sobre los inoportunos aranceles de Estados Unidos a México, Canadá y Europa, cuando “el comercio está creciendo más rápido que el PIB global, y potenciando la recuperación en todo el mundo”, lo cual ayuda a “miles de millones de personas a vivir vidas más largas, saludables y prósperas”. Lo peor, dice Christine Lagarde Directora de ese Fondo: “quienes sufrirán más serán los más pobres”. Pero eso a Trump lo tiene sin cuidado.