Una vez más debemos reconocerle al sacerdote Alejandro Solalinde la veracidad de sus dichos cuando aseguraba que Veracruz era un cementerio gigante, en referencia a las fosas clandestinas que empezaron a proliferar en tiempos de Fidel Herrera y se multiplicaron en los de Duarte de Ochoa. A los de Santa Fe, Arbolillo y otros entierros clandestinos ahora se agrega el hallazgo de los restos de 166 personas en la zona centro de la entidad, según ha informado el fiscal general Jorge Winkler. La información causa pavor y asombro sobre cómo ha sido posible este holocausto frente a autoridades que presumían un decidido combate contra la delincuencia.