Poco antes de su ascenso al poder, Adolfo Hitler contaba con toda una estructura partidista y de organizaciones afines, algunas perfectamente entrenada como grupos de choque, para realizar acciones terroristas y generadoras de violencia callejera, hasta el incendio en el edificio de la Reichstag. El recuerdo de aquel escenario, protagonizado hace casi un siglo por un iluminado cuya ambición de poder omnímodo provocó el holocausto de millones de seres humanos sigue vivo, y se reactiva con el episodio que viven nuestros vecinos del norte en vísperas de una elección intermedia del gobierno presidido por otro “iluminado” del momento, Donald Trump, a cuyo gobierno le interesa mantener la mayoría en el Congreso federal. Lejos se está de atribuir al gobierno estadounidense el envío de bombas a personajes de la política y destacados artistas de aquel país, pero refleja la hiperactividad de quienes aún suspiran por la “raza aria”, las actitudes xenofóbicas antiinmigrante y un masturbado proteccionismo económico en tiempos de la globalización.