Para explicar la diferencia de circunstancias entre un político en el poder y otro en la oposición pareciera no existir mejor símil que el contraste entre quien sirve la bebida y quien la toma, “entre el cantinero y el borracho”, se dice en el coloquio “filosófico”. No es simple la analogía, si se compara la conducta de un político empoderado de otro que busca hacerse del poder, en esta condición observa todo en color gris, pero ya en el poder se torna en color rosa; en una, quien gobierna lo hace mal, en la otra, todo resulta a pedir de boca. Así sucede siempre, y López Obrador no tendría que ser la excepción, según su visión de ahora: “no ha habido desequilibrios financieros”, cuando la bolsa sufre tremenda caída; le dejaron un país en ruinas, pero de allí saca para los miles de millones de pesos para becas y ayuda a la tercera edad; “se fortaleció el peso frente al dólar”, cuando nuestra moneda navega en alzas y bajas cotidianas. Ya hay seguridad en México, donde un día sí y al otro también la delincuencia retoza a su gusto. He aquí la versátil visión, según las circunstancias de cada quien.