Ya pasó el jolgorio, esa parafernalia con la cual revestimos las fiestas navideñas y celebramos el fin de un año y nos permite renovar esperanzas y buenos deseos, todo impreso en el ánimo colectivo que en no pocos casos ningún parentesco guardan con la realidad. Nos desvelamos para despedir al año agonizante y recibir al “nuevo”, que una vez en marcha nos muestra con crudeza que nada ha cambiado, despertamos y todo sigue igual: los problemas económicos no se fueron con el año despedido, tampoco la amarga inseguridad que flagela al país pero, sin embargo, seguimos adelante con los pesares a cuesta, pero ya encarrilado el año, esperaremos a Los Reyes, los tamales de la Candelaria, la Semana Santa, el Carnaval, etc.,  porque afortunadamente la esperanza es la eterna compañera del hombre.