Si gobernar es administrar, entonces todo gobierno debe cumplir con las premisas de organizar, dirigir, planear, programar, controlar y evaluar para así procurar el éxito en la encomienda comprometida, tal es lo referido al aparato dispuesto para cumplir metas y objetivos. Obviamente, el consenso político complementa el difícil arte de gobernar, pues en el universo social hay consensos y disensos que deben ser atendidos para el cabal cumplimiento de aquellas premisas. Cuando los conflictos entorpecen la marcha de un gobierno se prenden focos rojos, algo falla, y cuando esto ocurre es conveniente voltear hacia el recurso humano, nunca está demás “apretar tuercas” para ajustarlas al paso, más aún si la marcha apenas ha comenzado.