Si bien es cierto que la grandeza de un hombre no se mide por el reconocimiento oficial, no pasa inadvertida la desatención desde la esfera del gobierno estatal por no haber acompañado en su última despedida al renombrado escultor papanteco, Teodoro Cano, toda una gloria veracruzana de nuestro tiempo, cuya obra queda como brillante y alucinadora constancia de su paso por esta dimensión. No se ha escuchado una sola expresión gubernamental de reconocimiento al laureado representante del totonacapan, ni desde el IVEC ni desde la SEV, dormidos como están en sus verdes laureles de ya marchitos méritos. Pero Teodoro Cano vive en sus obras, constancia plena es el frontispicio del Centro de Especialidades Médicas, “Rafael Lucio” y muchísimas más, que en su sello llevan impreso el señorial canto de una cultura a la que enalteció como digno representante de esa gran estirpe