En su reciente visita a Minatitlán, el presidente de México demostró que mete las manos al fuego por Cuitláhuac García, el gobernador de Veracruz que ahora se encuentra en grave predicamento porque no salen las cuentas en la compra y arrendamiento de automotores habilitados como patrullas policiales. Tener un respaldo político y moral de un presidente de la república debe ser alentador y motivo de orgullo, pero también implica un enorme compromiso para no defraudar esa confianza, sobre todo en el caso de un gobernador a cuyo cargo se depositan cientos de millones de pesos y la tarea de acarrearle beneficios a sus gobernados. El empeño se magnifica cuando el discurso diario se centra en luchar contra la corrupción, erigida en la causa de todos los males, eso exige que, además de ser honesto, Cuitláhuac tiene que hacer hasta lo imposible por parecerlo