Visto desde la lógica muy simplista o reduccionista de López Obrador, el presidente de México, el ser honesto es suficiente para un político, lo demás viene por consecuencia. En nuestro medio, ese silogismo encierra cierta dosis de verdad, si nos atenemos al caudal de corrupción emanado de nuestros políticos, ya del PRI, del PAN, del PRD, de MC, del PT. De Morena poco podemos argumentar porque no había gobernado, aunque ahora que lo hace no da señales halagüeñas. Sin embargo, está comprobado que para gobernar se requiere de mucho más que ser honesto, tiene que ver con la capacidad para hacerlo, y hasta ahora, en nuestra entidad, ni Hipólito de Xalapa, ni el alcalde de Coatzacoalcos, tampoco el de Minatitlán demuestran capacidad de gestión pública. Pero más preocupante es el caso de Cuitláhuac García, el gobernador de Veracruz cuya curva de aprendizaje parece no concluir, y es preocupante porque mientras Veracruz se desangra solo escuchamos la cantaleta de que es honesto. Sí, pero eso no basta.