El lunes 1 de julio el presidente López Obrador hablará en el zócalo de la CDMX ante miles de sus seguidores, “habrá bailongo” para conmemorar (porque no hay nada para festejar) su victoria electoral de julio de 2018. Para ese día el tema del sargazo seguirá ocupando la atención pública, aunque el gobierno lo minimice, pues según AMLO sus adversarios lo han magnificado. En su discurso quizá haga narrativa triunfalista del desabasto de gasolina en enero, de la falta de medicinas en los hospitales de México, del huachicol, de Trump, de los migrantes, de la economía, de salvar a Pemex, de la inseguridad, de la corrupción, de los fifís, de los tecnócratas, de toda esa legión que- dice- se le opone. Allí podremos saber si es un presidente preocupado por resolver los grandes nacionales, o un político atrapado en su personalidad de candidato, un capullo que no puede abandonarse para convertirse en oruga impidiendo la cabal metamorfosis de candidato a presidente.