Si quien lo protagoniza no fuera el presidente de la república todo pasaría a la anécdota de casos chuscos, pero cuando una Secretaría que administra el ingreso y el gasto público informa de un subejercicio de 174 mil millones de pesos al mes de agosto, el presidente difiere calificándolo de “ahorro”, entonces tenemos un problema México. Porque si el dedo presidencial descalifica una y otra vez a su Secretario de Hacienda indica que, o no le guarda consideración o no le tiene confianza, ninguna de esas opciones es buena. Pero quizás sea todavía peor: que por testarudez o por ignorancia se impida la implementación de políticas públicas necesarias para nivelar el arranque de nuestra hasta ahora estancada economía.