Obligado por las circunstancias impuestas por la realidad y el cabildeo de Alfonso Romo entre empresarios a nombre del gobierno, se llegó a un acuerdo con los constructores del gasoducto Texas-Tuxpan, cuya apertura se retrasó porque el gobierno mostró inconformidad con el clausulado del contrato de construcción de esa obra, al que AMLO calificó de “leonino” y que no sería cómplice de ese atraco al país. Pero las partes han llegado a un acuerdo conciliatorio, del que pronto se conocerán detalles, al margen de lo anunciado oficialmente sobre un supuesto ahorro para el gobierno de miles de millones de pesos. La realidad es que el pleito estaba perdido para el gobierno y su solución iba para largo, mientras en el sur de México, particularmente en la península yucateca, es urgente el suministro de gas para generar energía eléctrica y el desarrollo industrial. En este diferendo no se trata de un pleito en el cual el gobierno haya doblado las manos, simplemente se entró en cordura y obró atendiendo razones económicas por el bien del país.