Como después de toda fiesta en que se truenan cohetes, tras el barullo hay que recoger las varas, algo semejante a lo que ahora le corresponde hacer a la señora Gina Domínguez toda vez que durante tres años manejó cuantiosos recursos económicos en el desempeño de la tarea a ella encomendada de encargarse de la propaganda para “hacerle imagen” a Duarte de Ochoa. Es obvio que no logró su cometido porque la imagen de Duarte nunca fue marca aceptable, pero de cualquier modo a la señora Domínguez le corresponde explicar la aplicación de los casi mil millones de pesos gastados en el pago a empresas que ahora se descubre son de fachada. En una jugada perversa a la ingenua señora, ávida de “poder”, la utilizaron para las transas a cambio de un poquito de gloria, de permitirle mordidas al cajón, hasta el grado de ocasionarle el pecado de la soberbia pues se infló como aquel cuento de la rana que quiso ser pavo real.