- Guadalupe Vargas Montero, investigadora del IIH-S de la UV, disertó sobre “La devoción tradicional y el culto posmoderno a la Santa Muerte en México”
Guadalupe Vargas Montero estudia las religiones con énfasis en los productos posmodernos y procesos de cambio religioso
Karina de la Paz Reyes Díaz
Xalapa, Ver., 12/06/2017.- Para la historiadora adscrita al Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIH-S) de la Universidad Veracruzana (UV), Guadalupe Vargas Montero, en el país la devoción tradicional a la Santa Muerte y el culto posmoderno que se le rinde conviven de manera paralela.
“El culto es un sistema conceptual y pragmático versátil, es decir, es flexible, se adapta a grupos de diversa condición social. El culto no se diluye ni el sentido simbólico ni significativo, por el contrario, se enriquece, a pesar de toda la heterogeneidad. Se enriquece por las aportaciones locales y globales”, precisó.
La académica impartió la conferencia “La devoción tradicional y el culto posmoderno a la Santa Muerte en México”, el martes 30 de mayo en el Auditorio “Gonzalo Aguirre Beltrán” del IIH-S.
Esta actividad se desarrolló en el marco del Seminario Permanente de Antropología e Historia de las Religiones, que desarrolla el Cuerpo Académico (CA) consolidado Historia y Cultura del IIH-S, en red con el Instituto Nacional de Antropología e Historia-Xalapa y el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, Unidad Golfo.
Ahí planteó que la situación de inseguridad y violencia que experimenta México a partir de la política de Estado, cuya pretensión era combatir el narcotráfico durante el sexenio 2006-2012 –que trajo como consecuencia miles de personas asesinadas y una proliferación de bandas delincuenciales–, es el contexto que arropa el éxito del culto a la Santa Muerte.
Es así que ésta “transita del hecho cotidiano de morir y la reverencia cultural a los muertos, a la edificación de un numen con la especificad de regular quién muere y en qué condiciones”.
La ponente dio pormenores de una investigación realizada con el interés de conocer si el culto a la muerte en el norte y sur del país era similar o diferente. Partió de San Andrés Tuxtla y Xalapa, Veracruz, e hizo un comparativo con Ciudad Juárez, Tijuana, Guadalajara y El Paso, Texas. Es más, logró hacer una estancia para entrevistar a una sacerdotisa mexicana que reside en Nueva York.
Se trató de una exploración socio-histórica que tiene como centro la adoración del ícono de la Santa Muerte, con la intención de resaltar el tránsito de la devoción tradicional y soterrada que se mostraba restringida entre ciertos sectores de la población ─curanderos, brujos y en personas encarceladas– al culto posmoderno.
“Hasta antes de 2001 la devoción a la Santa Muerte se encontraba soterrada, pero paradójicamente extendida en nuestro país”, dijo; “el cambio que se suscitó entre la división tradicional y el renovado formato de culto y sus prácticas globalizadas se evidenció a principios del siglo XXI, creándose paulatinamente una rica imaginería que albergaba un culto compartido por diversos sectores sociales”, añadió.
A partir de ahí la académica planteó la hipótesis de que la devoción a la Santa Muerte es desbordada en sus limitaciones espaciales y temporales: “La liberación de las limitaciones fue acogida por el movimiento generado, el mercado en el ámbito global y la circulación de bienes de salvación. Los medios de comunicación masiva difundieron el renovado culto ─aún en construcción─ y surgieron nuevos ‘expertos’ ”.
Al parecer el inicio de la devoción masiva en el país fue la “aparición” de la Santa Muerte en octubre de 2001 cerca del barrio de Tepito, Ciudad de México, lo que propició la primera capilla pública.
Tal suceso fue difundido por los medios, los cuales posteriormente hicieron lo mismo con el culto, “y con ello quedó atrás la clandestinidad”.
Dicha manifestación desarrolló características propias, por ejemplo, amalgama ceremonias católicas y de otras religiones de origen americano, además se hizo presente en una variada producción de elementos de consumo masivo.
“Para su difusión, la imagen se transformó de una estampa en papel amarillento con un dibujo de la Santa en claroscuro con la jaculatoria al reverso, a una escultura desencarnada y vistosamente ataviada.”
Un dato más que citó es que todos los creyentes en la Santa Muerte se declaran católicos. No obstante, ésta y el resto de las religiones, así como numerosas personas, han rechazado tal culto.
“Seguidores del culto que veneran exclusivamente a la Santa Muerte se ubican en todo el país y son los devotos fervientes que montan altares, capillas y logran establecer santuarios. La diferenciación entre las manera de profesar la devoción establece las modalidades del culto y su versatilidad.
”El norte y el sur comparten elementos de su imaginario cosmogónico, en ambos espacios geográficos hay seguidores que creen en Dios como numen primado, luego en la virgen y después en los santos católicos y en la Santa Muerte. Creen en el diablo asociado a ésta, en tanto que reconocen en ambos la fuerza creadora de milagros y fervores infinitos”, planteó como conclusión.