Suena ofensivo para una institución de gobierno como lo es el Poder Legislativo en una república popular, representativa y democrática, argumentar que el recinto legislativo se convierte en refugio de malhechores porque el fuero protege a presuntos delincuentes; pero esto sirve de aviso para que los partidos políticos no postulen candidatos de vida licenciosa o conductas bajo sospecha. En 2015, en Veracruz, toda una caterva de malandrines buscó y lograron convertirse en diputados, más con la intención de obtener fuero que por vocación de servir. Por esa protección muchos de esos diputados gozan de aparente tranquilidad, ya se verá una vez cumplido su periodo si se esconden o emprenden la graciosa huida fuera del país.