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Son de tiempos inmemorables los chascarrillos, cuentos y caricaturas que narran las peripecias ocurridas entre policías y delincuentes, lo cual es consecuencia lógica de la íntima relación dialéctica entre ambas figuras sociales: la policía no se explica sin el fenómeno delincuencial y, a su vez, el delincuente hace necesario el surgimiento de su contraparte: el policía, una se explica en razón de la otra. En esa controversia “dialéctica” en ocasiones una saca ventaja de la otra, lo cual es un intercambio normal; pero es obvio que cuando la balanza se inclina hacia la delincuencia la sociedad resulta seriamente afectada. De allí que no sea “chistoso” el que un narcomenudista atrapado por la policía en Tlapacoyan haya sido liberado “porque se sintió mal e iría a comprar medicina a la farmacia con el compromiso de regresar”. No puede narrarse peor chiste, mal contado por los policías porque ahora ellos están detenidos.