Lo ideal en cualquier sociedad humana consiste en una convivencia armónica entre los diferentes sectores que la integran, aunque ese pensamiento utopista choca con la realidad porque supone un suelo social sin desigualdades, porque cuando estas son extremas se dificulta la convivencia, sin que esto signifique necesariamente una confrontación porque finalmente es más conveniente el entendimiento que la disputa. En México ya hemos experimentado la confrontación entre gobierno y los sectores de la producción, un presidente, Echeverría, hizo la guerra a los hombres de empresa y fue grande el desequilibrio económico del país. Ese recuerdo se reaviva con las declaraciones del presidente electo, Andrés Manuel López Obrador, sobre “la separación” del Poder Público con los hombres del dinero, lo cual podría ser positivo referido a un gobierno que va a privilegiar programas sociales al margen de complicidades y corruptelas en beneficio de cúpulas de poder financiero, pero aquí sí, como dijera Descartes, el problema reside en el Discurso del Método, o mejor, en el método del discurso, de confrontación y no de conciliación.