Como ejercicio democrático la consulta ciudadana es una herramienta bien ponderada por su eficacia, por cuanto a que recoge la voluntad popular y ayuda a diseñar políticas públicas originadas en el consenso entre el mandante y el mandatario. Pero si la consulta reviste signos de simulación solo para encubrir una decisión ya tomada, muy ajena a los propósitos democráticos que se persiguen y se utiliza para encubrir el voluntarismo del gobernante, entonces es simulación. Lamentablemente esas son las señales de la nueva consulta sobre el Tren Maya y la refinería en Tabasco, dos proyectos anunciados como prioritarios cuyas fechas de inicios ya se han difundido, de esa manera, cualquier consulta agravia la inteligencia ajena y desvirtúa sus méritos democráticos.