En su discurso ante el Congreso, el presidente López Obrador confesó no ser adepto a la parafernalia del poder y fue más allá al declararse contrario a la reelección, ojalá así se mantenga para honrar a Madero, uno de los héroes de la Tercera Transformación. Pero en primera y última instancia es un ser humano, y como tal susceptible de sucumbir frente a los influjos del poder. Así ha sucedido con quienes ejercen el poder, pues una vez encarrilados no quieren dejar de pedalear porque sienten caer. El caso más inmediato es el del presidente boliviano Evo Morales, quien busca la reelección en la presidencia de de la república para un cuarto mandato. En confesión pública, Evo Morales aceptó que “ya se acostumbró al poder” y no desea dejarlo, pero tiene fuerte oposición de colectivos ciudadanos pues según referéndum celebrado en 2016 la población votó contra la reelección de Morales. A su vez, éste se ampara en el fallo del Tribunal Constitucional del país, según el cual, en base a la Convención Americana de Derechos Humanos, tiene el derecho de ser elegido y del pueblo a elegirlo.