En Poza Rica, en tono jocoso, el presidente López Obrador pidió a los asistentes a un mitin organizado para recibirlo que votaran si convenía responderle al presidente Trump sus iracundas amenazas, a mano alzada el pueblo “sabio” votó por la negativa. Pero en los días subsiguientes, ante las bravatas de Trump, sus amenazadoras advertencias y resultados de las mismas México maduró su discurso y la actitud ha sido, en los hechos, muy otra. Trump anda en campaña, es el presidente del país cuya economía nos mueve al ritmo que quiere y no es conveniente tomarlo a la ligera; de allí que la Secretaria de Gobernación y el de Relaciones Exteriores trabajen horas extras para atender el problema migratorio que dejaron crecer con el cuento de los Derechos Humanos del migrante. La amenaza del cierre de la frontera, o los aranceles de 25 por ciento a la importación de autos han sido suficientes para comprender que una consulta a la mexicana no basta para calmar a Trump