Cuando Luis Echeverría se convirtió en presidente de la república (1970-1976) su actitud cambio drásticamente, pues de un funcionario discreto, lejos de los reflectores como Secretario de Gobernación, en su carácter de presidente adquirió una actitud de dinamismo extraordinario, creando la imagen de un presidente discurseando todos los días en cualquier lugar del país o en el exterior.  Se decía entonces que había adquirido el síndrome de la bicicleta, porque si dejaba de pedalear se caía. Semejante diagnóstico es aplicable al actual presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, a quien al parecer se le dificulta interrumpir sus incontables visitas pueblerinas en cualquier lugar de la república y lejos de la plaza pública. Uno, Echeverría, llegó a la presidencia desde la tortuosa burocracia política, López Obrador desde la plaza pública; Echeverría, a fines de su gobierno tuvo serios e insalvables desencuentros con los hombres de empresa, AMLO lleva el mismo camino. Ojalá el resultado los distinga y ahora sea diferente, de otra manera estaremos perdidos.