Está comprobado que una media verdad termina casi siempre por convertirse en mentira, o simplemente en no reflejar genuinamente una realidad; esto sucede con muchas de las expresiones presidenciales cuando su retórica se orienta a culpar al pasado de cuanto malo ocurre en el presente, pero se tiene la obligación de evitar que siga sucediendo. Si se informa que el primer semestre de 2019 ha sido el más violento de que se tenga memoria en México, se culpa al pasado porque así lo heredó; si Porfirio Díaz “entregó” el petróleo al extranjero, el actual gobierno, siguiendo a Cárdenas lo rescata; si se “entregaba” la soberanía nacional con la reforma energética, ahora se revierte. No asume que es obligación de todo gobierno combatir la delincuencia, heredada o no; se omite que el gobierno mexicano reprime la migración porque así lo impuso el gobierno de los EEUU a un país soberano; no se explica que al propiciar Porfirio Díaz la explotación petrolera invitando a inversionistas extranjeros se sentaron las bases de una industria que de otra manera no hubiera sido materia de expropiación. Nunca las medias verdades han sido recomendables.