“Y nunca el odio llega a ser tan fatal para un soberano como el general desprecio”
Es una frase de Stefan Zweig respecto de las acciones que debe tomar quien detenta el poder público, no para evitar ser odiado, sino ser despreciado por la mayoría de sus gobernados. Y hay un personaje que, en ese nicho tan particular donde le toca ejercer el poder, empieza a generar un desprecio generalizado tan poderoso de sus pares que, de inmediato, fue descartada por el propio Presidente que, a pesar de su gusto de poner impresentables en puestos clave, como para dejar en claro que él y solo él es el que manda en el país, en este caso percibió que el daño a su partido y a su propia imagen podría ser enorme, por la forma de pensar, de actuar sin razón y de ser iman para escándalos, problemas y decisiones absurdas de la señora que a continuación mencionaré y que es el pretexto para volver a comentar de la llamada gobernanza.
Ahora que sonó muy fuerte en la rumorología del país que la titular del CONACyT, María Elena Álvarez-Buylla, sería la sustituta de #LadyMoches, Delfina Gómez Álvarez, quien ya fue destapada como candidata de Morena a la gubernatura del Estado de México por segunda vez consecutiva, el simple rumor generó una ola de críticas tan fuertes e incuestionables respecto al pésimo actuar de la funcionaria de la Ciencia y la Tecnología, que el Presidente decidió guardar el nombre de la nueva titular y descartar en definitiva a doña Buylla.
El tema, por el cargo que ostenta la señora, me recordó a la gobernanza y lo lejos que, por desgracia, estamos en México de alcanzarla. Espero resumir con claridad mi punto en este escrito:
El pueblo, en cualquier parte del mundo civilizado y desarrollado, está cada día más informado por el avance de la tecnología y de la ciencia, por lo que exige más y está menos dispuesto a cooperar o participar si no ve reciprocidad, transparencia y eficiencia, en sus servidores públicos. Entonces, los detentadores del poder político, económico y jurídico, acuden a la fórmula de la gobernanza.
Un país, una entidad federativa, un municipio que apueste a la asesoría permanente y apoyo a proyectos, programas, instrumentos, actividades, a la difusión y divulgación del conocimiento, aplicado también en la organización de políticas públicas de prevención, protección y reacción ante desastres o fenómenos naturales atípicos, tiene más posibilidades de lograr, con eficacia y eficiencia, cumplir con los objetos sociales planteados como prioritarios, construyendo el camino hacia el bien común, que quien no lo hace.
Tomemos el caso del México: Ni el gobierno, ni los empresarios, ni las Instituciones educativas invierten lo necesario para desarrollar una innovación educativa que nos lleve a impulsar a los científicos a crear lo que requerimos para ser competitivos en el plano internacional y ser una sociedad más equitativa e igualitaria en todos los rubros, en el plano interno, por nuestras características propias como Nación pluricultural y con una desigualdad social in crescendo. La gobernanza en un Estado como el mexicano sigue siendo un bello discurso (que no he escuchado desde 2018), una interesante propuesta, sin vista inmediata de aplicación real en nuestro país.
Veamos el tema con cierta profundidad de análisis: Augusti Cerrillo, investigador español, es contundente al señalar que la acción del gobierno, cualquier tipo de gobierno en cualquier parte del mundo, se ha vuelto “…cada vez más difícil, al complicarse la consecución de las expectativas de la sociedad, articuladas a través de objetivos políticos presentados democráticamente…”
La legitimidad, la credibilidad, la confianza de los gobiernos en los últimos 30 años ha venido en caída vertiginosa, lo que conlleva a que los modelos tradicionales de representación democrática sean puestos en duda y criticados con dureza y acidez, por cada vez más amplios sectores de la población. ¿De qué país, de qué Estado, de qué región estoy escribiendo? Posíblemente de todas, en todos lados, sin importar ideologías o formas de gobierno.
Es por eso que se tuvo que pensar en una nueva manera de gobernar, diferente del modelo tradicional de control jerárquico; un modelo más cooperativo. Surge así la gobernanza, que según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, se debe entender como el “… arte o manera de gobernar que se propone como objetivo el logro de un desarrollo económico, social e institucional duradero, promoviendo un sano equilibrio entre el Estado, la sociedad civil y el mercado de la economía”.
Dice Renate Mayntz que la gobernanza es un nuevo modo de gobernar, donde las organizaciones privadas participan en la formulación y aplicación de las políticas públicas, sobre todo a nivel de entidades federativas y municipios. En la gobernanza moderna, Estado y sociedad civil construyen el camino hacia el bien común y cooperan entre sí, creando así redes de políticas sectoriales y arreglos neocorporativos.
R. A. Rodhes la define como “…la cara amable de los recortes presupuestarios…”; defiende la idea de que el Estado, cualquier Estado, de cualquier nivel de competencia, debe reducir su labor a la prestación de servicios públicos, dejando la producción, el mercado y las demás actividades en manos de los particulares.
Luis F. Aguilar describe de otra manera a la gobernanza: “… es el proceso directivo, resultado de un nuevo tipo de relación entre gobierno y sociedad, no dominado por el gobierno, pero que requiere un gobierno legítimo, competente y eficaz…” para que el proceso funcione y se pueda aplicar a favor del pueblo, en general. Y para ello, requiere de los investigadores y tecnólogos en una frecuencia que la radio llamada México no puede sintonizar.
Primero: No se cambia el sistema en su conjunto, no se destruye lo avanzado o lo logrado, por imponer una reforma propia; la creatividad en la innovación no cambiará ni impactará la estructura curricular ni las condiciones que se ofrecen en un servicio, a menos que para eso se haya requerido la aplicación de un plan innovador, pero también renovador (y en el CONACyT, solo retroceso, amiguismos y berrinches a puños es lo que se ha tenido).
Otro problema en México, al hablar de gobernanza técnica, es que somos un país que invierte poco en educación y, por ende, gasta muy poco en investigación científica, humanista y tecnológica (Si bien no es actual, de la boca de la misma señora Buylla sabemos que se ha agravado)
Según cifras del Banco Mundial, los llamados países desarrollados o de altos ingresos invierten entre el 1.5 y 3.8% de su Producto Interno Bruto a la inversión en investigación científica y de desarrollo experimental. México no invierte ni el 0.5%, por lo que ni Buylla ni nadie podría generar el entorno necesario para que la gobernanza técnica siente sus reales en el país, en algún estado o en nuestro más cercano municipio.
¿Podemos enfrentar problemas derivados de la llamada Ingeniería Genética? O algo más cercano a nuestra vida cotidiana: ¿Es posible enfrentar los retos que nos presentan las redes sociales y el mundo virtual? ¿Podemos en verdad luchar y erradicar un delito tan vil como el grooming, que no es más que el ciber acoso de carácter erótico a niños y niñas, menores de edad?
La respuesta, por desgracia, es no. La señora Buylla está peleada con todo lo que suene o huela a innovación, verdad, razón o coherencia metodológica. Cualquiera de sus actos realizados entre 2019 y 2022 aval su cerrazón y sus mentiras recurrentes, generando ambientes que ocasionaron más de un dolor de cabeza a los inquilinos de Palacio Nacional.
Así que la SEP, los maestros y alumnos del país se salvaron de una titular que, en definitiva, hubiese dejado a la educación en México mucho peor que doña Delfina (aunque suene increible esto). Pero también significa que el CONACYT seguirá penando y que la gobernanza se alejará aún más de los procesos de investigación en nuestro país.
Por lo que, al parecer, tendremos que esperar un poco más, unos añitos quizá, para exigir a nuestros científicos a innovar, crear, transformar el entorno para que la ciencia y la tecnología beneficien a todos, principalmente a los pobres. Debemos propugnar porque la investigación científica y el desarrollo experimental, los llamados Servicios Científicos y Tecnológicos y la Educación y Enseñanza Científica y Técnica, se impulsen por igual en beneficio de todos los mexicanos.
Como dice Emmanuel Lévinas: “El comienzo del saber sólo es posible si se rompe el encantamiento y el equívoco permanente de un mundo en el que toda aparición es posible simulación, en el que falta el comienzo.”
Moralidades. 9 de agosto de 2022.