El secretario de relaciones exteriores, Marcelo Ebrard, está comprobando que era un optimismo exagerado el suyo al suponer que había un 80 por ciento de probabilidades de llegar a un pronto arreglo en sus pláticas con funcionarios del gobierno de Trump. De entrada tuvo que reconocer que debe detenerse el inmoderado flujo de migrantes por territorio nacional, condición sine qua non de singular presencia en las pláticas. Dice Ebrard que son negociaciones “bajo tensión” y no es para menos si consideramos que a su vez los negociadores de aquel país sienten los ojos de Trump sobre sus cabezas, pendiente de que sus instrucciones “de apretar” se cumplan a pie juntillas.