Ya lo había declarado en su momento el sacerdote Alejandro Solalinde: “Veracruz es un enorme cementerio” y fue insistente en su dicho pero fue descalificado por las autoridades de cuando Duarte de Ochoa disfrutaba del “pinche poder” y en el argot de un Estado de Derecho se le denominaba “gobernador” y no había de otra porque constitucionalmente sí lo era. Ahora, el hombre está detenido, al igual que Arturo Bermúdez, el encargado “de la seguridad de los veracruzanos” y ambos tienen mucho que explicar sobre las 342 fosas encontradas a ras y en el subsuelo veracruzano plenas de restos humanos, por lo que el Diario El País, de España, califica de “geografía del terror”. Por supuesto, no en descargo del actual gobierno, que tiene la obligación de atender a familiares dolientes por sus desaparecidos y satisfacer hasta donde le sean posible sus demandas, para eso fue elegido, entre otras motivaciones. Pero Solalinde dijo más, y sabe más, porque involucró a autoridades de aquellos tiempos lo cual forma parte de un capítulo de varios episodios.